lunes, 11 de julio de 2011

Problema constante y profundo

Sí sé, la embarré. Debí haber avisado que no llegaba, o que iba a llegar tarde. No tengo nada que decir. Asumo.
Aún así, no es justo que me aíslen. Que no estén dispuestos a escucharme o aceptarme. Somos muy distintas; lo que tenemos en común es físico y está en el nombre de cada una. Acepta la diferencia, y entiéndeme a partir de ella, no a partir de la igualdad, no a partir de lo que tú harías en tal situación, porque yo no puedo actuar como tú, ni como ustedes. ¿Por qué? Porque soy distinta, porque me mueven otras cosas, porque pienso distinto y porque no soy ustedes.


La causa.
Dices conocerme, pero no tienes idea de quién soy. Te molesta todo de mí, no me aceptas, es claro. Te enoja todo de mí, crees que soy indecente, loca y suelta.
Tienes que saber que no confío en ti. No confío en que me contendrás cuando necesite un consejo tuyo. No lo haces. No me ves.
Mis ojos han estado mojados esperándote. Mojados de felicidad o de tristeza, da igual. Tú, sin embargo, eres indiferente. Tu orgullo es más grande.
No me sorprende. Eres así desde que tengo conciencia.
No te sorprendas y no gastes energía enojándote conmigo más de la cuenta. Nuestra relación es así. Tus errores se manifiestan en mi con el silencio. O con la ira.

¿Cuantas veces hemos tenido que asumir, yo y mi hna, por tus errores?
¿Y me odias porque no aviso que no llego?
Todo el mundo se equivoca, tú también.

Además, y que quede claro, la dueña de mi vida privada soy yo. Y no doy explicaciones.
Entiendo que te preocupes -es obvio- lo dije al principio: sé que a cagué, es mi error y asumo. Con esto trato de explicar la razón de mi actuar, nada más.
Pero bueno, mamá. Asumo y callo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario